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No son pocos los dramas y comedias que exploran lo que ocurre cuando dos generaciones, con valores y costumbres diferentes, se enfrentan al interior de un hogar. Películas como La fuerza del cariño (1983), Valiente (2012) y Lady Bird (2017), han abordado, desde distintos ángulos, estas intensas confrontaciones maternofiliales. La más reciente es Red.

Esta producción de los estudios Pixar narra las vivencias de Mei, una adolescente de origen chino que vive con su familia en Toronto, y es el orgullo de su sobreprotectora madre. Nada afecta su ordenada rutina, hasta que un día se convierte en un panda rojo gigante. A pesar de este radical cambio, Mei descubre que puede recuperar su forma humana cuando se calma. Este control sobre su transformación será muy importante, debido a que ella y sus tres mejores amigas desean asistir al concierto de 4*Town, una famosa boy band que visitará la ciudad en donde viven.

Esta premisa puede generar la idea de que nos encontramos frente a una disparatada comedia de fantasía. Sin embargo, Red es mucho más que eso. También es una emotiva coming of age – o película sobre la transición a la adultez – que aprovecha su singular punto de partida para ofrecer una crítica nada sutil, a las madres que no permiten a sus hijas alejarse del camino que han trazado para ellas. Y, como demuestra la realidad, ese tipo de control provoca el efecto contrario en la mayoría de casos.

Además, el film es un canto a la amistad. Mei enfrenta el momento más complicado de su vida, pero sus amigas serán las únicas que podrán entenderla y tranquilizarla, para que aprenda a controlar sus cambios de apariencia. Gracias a ello, los dos primeros actos de Red son los que mejor funcionan. La presentación del conflicto de la protagonista y las jocosas situaciones que vive junto a sus amigas, son lo más destacado de esta cinta animada.

Menos efectivo es el último tercio de la película. Es cierto que nos muestra una secuencia espectacular que rinde homenaje al cine Kaiju, un popular género del cine japonés protagonizado por monstruos gigantes que destruyen ciudades. No obstante, es un desenlace que se aleja mucho de la lograda combinación de drama y comedia fantástica, que el largometraje había conseguido hasta ese momento.

Otro problema se encuentra en la verosimilitud del guion. El hecho de que nadie en la ciudad se sorprenda demasiado con la presencia de un enorme animal parlante, atenta contra la credibilidad de la historia. Y, por si fuera poco, el panda rojo se pasea libremente por calles y avenidas, y no hay ninguna fuerza policial que se tome la molestia de investigar lo que sucede.

A pesar de estos defectos, la película cumple a la hora de entretener y conmover. Y además nos regala una buena moraleja. Porque Red nos recuerda que amar significa estar dispuesto a dejar en libertad a quien más se quiere en el mundo. Ese emotivo plano final, con el cruce de miradas entre Mei y su madre, lo confirma.

Escribe Pablo HERNÁNDEZ. Periodista y docente universitario.

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